jueves, 1 de mayo de 2008

Oración-Meditación (I)

Presencia:
Señor mío y Dios mío “compadécete de mí pecador” y concédeme gracias para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada intercede por mí.

Día 1º (domingo). Dios mi Padre es Amor.

A. Ahora, en este momento, mientras gozas de la divina presencia del Señor, Él derrama su gracia en tu corazón sin que apenas se note.

Este es el momento de saber que estás en el Corazón de Dios. Te amó tanto que entregó al Unigénito. ¿Se puede hacer más? ¿Se puede amar más? Este acontecimiento tiene que dar felicidad, alegría, disposición a disfrutar en todo y con todo, porque entregado el Unigénito , ¿Qué más puedo querer?

Esto es pues lo primero y esencial: que Dios nos ama. Lo demás, todo es secundario. Ahora, aquí en la oración, debo profundizar en cómo es ese amor de Dios hacia mí. Una muestra más de ese amor suyo es estar ahora aquí, con Él.

El amor es la gran fuerza para la santidad. ¡Que nada perturbe el afán de santidad porque este ideal me llega del Amor!

Para facilitar que nada la perturbe, conviene recordar la palabra del Señor: “Permaneced en mí” dijo en el sermón de la Última Cena. “Permaneced en mí” y seremos constructores del amor.

Constructor del amor con pequeños detalles de amor en la familia, trabajo, amigos,...

Seguramente que si examinamos este año, encontraremos una buena relación de detalles de amor del Señor con nosotros. Y Yo ¡Qué?

Examen de pequeños detalles de amor: buen humor, sonreír, perdonar, comprender, expresar cariño, servir, olvidar lo negativo, crear conversaciones positivas y amables, apostolado.

Final :

Te doy gracias Dios mío, por haberme escuchado en este rato de oración. Te pido ayuda para actuar según las inspiraciones y propósitos que me has concedido. Madre mía Inmaculada intercede por mí.


Día 2º (lunes). “Permaneced en Mí”.

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

A. Dice el Señor: “Permaneced en Mí”. Es como si nos dijera: todo el día permaneced conmigo. Esa es tu suerte, tu fortuna, tu felicidad.

Con Él puedo permanecer a lo largo del día de dos o tres maneras. Una, en el trabajo, en la familia, ten presente hacia dónde está el sagrario más cercano. Envía los afectos y deseos de tu corazón hacia allí. Como hacía aquel niño de nueve años que le entregó a su profesor de religión un papelito que contenía su oración preferida. Le decía: “Ángel, ve a los sagrarios del mundo y dile hoy a mi Jesús sacramentado que le amo y le adoro con todo mi corazón”.

Una segunda posibilidad: tener cada día una jaculatoria para decírsela al Señor en diversos momentos de la jornada: mientras subimos o bajamos una escalera; cuando nos desplazamos a algún lugar; mientras esperamos que se encienda el ordenador; mientras esperamos la respuesta a nuestra llamada telefónica, ...

Otra posibilidad más: con los detalles de amor, porque cada vez que realizamos un pequeño acto de amor, estamos unidos a Él.

Permanecer con el Señor para Él sea el principio sobrenatural de nuestra vida. Y le diremos que nos cambie el corazón. Que nos dé un corazón que desborde amor hacia Él, hacia su Madre, hacia todas las almas. Él puede.

¿Quién puede permanecer en Él? Asunto resuelto: el que ama. Lo dice San Juan: “el que permanece en el amor, en Dios permanece y Dios permanece en él” (I Jn.4,16)

Resolver: ¿Cómo van los actos de amor de ayer? ¿Qué te propones para hoy? ¿Puedes mejorar la expresión de tu rostro para hacerlo más amable y cercano a los demás? ¿Te das cuenta que la mayor parte de las veces, amar se llama servir, hacer actos de servicio? Servir y desaparecer.

Final: Te doy gracias Dios mío ...

Día 3º. El trabajo. (martes)

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

A. Se ejerce la profesión con absoluta libertad y responsabilidad personal. Nuestra actuación en el trabajo profesional debe ser consecuencia de la responsabilidad personal de cada uno y él es quien goza o sufre los éxitos o fracasos de su gestión que nunca debe atribuirse a una organización.

Las características del trabajo para santificarlo serán: que sea honrado; hecho para servir a la sociedad y a los demás; hecho con justicia; realizado con competencia profesional; con primor aunque nadie lo vea; ofrecido a Dios, lo que supone no apropiarse del éxito obtenido. De esta forma, el trabajo es oración.

Nuestro modelo en el trabajo: Jesús trabajando en Nazaret. Ese trabajo en silencio es todo un mensaje. Y San José. Decía de él San Josemaría: “San José que veía y amaba a Jesús y a María, sin distraerse de su duro trabajo, enseñándonos así a ser contemplativos en medio del mundo”.

Hay un cuadro de Velázquez que es una clase de ascética y teología. Representa a la Sagrada Familia. San José trabaja en el banco de carpintero, está trabajando unas maderas. En primer plano, la Virgen que atiende al Niño, aún casi un bebé. Allá en el fondo, San José continúa con sus maderas y mira a los dos.

El trabajo hay que realizarlo con rectitud de intención y eso requiere sobrenaturalizarlo, ofrecerlo, desprenderse de él, no sentirse imprescindible. Por eso es importante tener cada día una intención potente (un apostolado; la conversión de una persona; la paz del mundo; alguien que sufre especialmente; un familiar; las intenciones del Papa; ...) y todo lo que se haga en el día ofrecerlo por esa intención, renovando con frecuencia el ofrecimiento del trabajo.

Tenemos que trabajar prestigiosamente y constantemente, como el borriquillo de noria. Con la vista puesta en el cielo para que el Señor reine en el mundo.

Además, el trabajo es una realidad apostólica. Ahí tiene el cristiano el deber y el derecho de hacer su apostolado. Misión necesaria: elevar la temperatura espiritual de mi despacho, de mi lugar de trabajo. Esas personas que se encuentran ahí conmigo, deben recibir con claridad mi ayuda de amistad junto al mensaje de Cristo.

Resolver: ¿Elevo la temperatura espiritual de mi lugar de trabajo? ¿Hay rectitud de intención en mi trabajo? ¿Pongo a Cristo en la cima de mis actividades? ¿Tengo un plan formativo para mejorar mi competencia profesional? ¿Hago partícipes a mis compañeros del espíritu del evangelio?

Final: Te doy gracias Dios mío ...

Día 4º. La “mirada de Dios”. (miércoles)

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

Lo escribió San Lucas. Santa María acaba de llegar a casa de su prima Isabel. Al saludo de Isabel, nuestra Madre responde así: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava”.

La mirada de Dios es nuestra alegría. La mirada de Dios es la llamada. La mirada de Dios es la misión. La mirada de Dios es su petición. La mirada de Dios es la luz. La mirada de Dios es la gracia. Habrá que considerar despacio cada una de estas partes, ¿verdad?

Otra mirada del Señor. Esta vez es San Marcos 10, 21. Dice que al joven rico “Jesús le miró con amor. Esas miradas del Señor ¿no son una llamada a una vida de plenitud cristiana? Si el Señor mira habrá que examinarse con los ojos de Dios.

Verse como Dios nos ve. Verse hijo de Dios. Verse confrontando mi vida con la de Jesús de Nazaret. Verse cómo va el amor, porque el amor “constituye la medida de la perfección de una persona” (Gaudium et Spes, nº 24).

Verse con los ojos de Dios en nuestra vida de piedad. En la oración, en la Santa Misa. ¿Busco ahí la voluntad de Dios, la gloria de Dios? ¿vivo esos momentos entregándome, ofreciéndome? ¿Lucho por conseguir serenidad, tranquilidad en esos momentos vitales del día?

Verse con los ojos de Dios en la vida de familia. Servicios y disponibilidad . ¿Soy un animador de la vida familiar? Estar es importante, pero no suficiente. Hay que estar creando situaciones agradables.

Verse con los ojos de Dios en el trabajo. Otra vez, examinar mis servicios y disponibilidad para lo que pidan , para lo imprevisto. Rectificar la intención cuando sea necesario. Mortificar los recuerdos negativos que desaniman. ¿Vivo la docilidad a mis superiores?

Resolver: ¿Qué es para mí la mirada de Dios? ¿Creo que Dios me ha mirado ya y que su mirada permanece? ¿Cuál es mi respuesta? En el trabajo, en la vida de familia, en mis ratos de ocio, ¿soy consciente de que debe vivirlos bajo la mirada de Dios?

Final: Te doy gracias Dios mío ...

Día 5º. La luz. El apostolado (jueves).

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

A. La íntima amistad con Jesucristo y la vocación, son consecuencias de una luz que viene del Señor a las almas. Hay que pedir esa luz insistentemente. Ejercer la fe. Con esa luz, la persona se entrega completa a Dios. Tal vez hay que seguir pidiendo fe.

La anunció Isaías: “el pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz...” ¡Señor, que venga tu luz! Por eso gustaba tanto a San Josemaría la jaculatoria del ciego Bartimeo: “Señor que vea!”.

Pedir luz para la misión que Dios quiere que haga. Pedir también la voluntad precisa para hacerla.

Más sobre la luz: “En el principio existía el Verbo... En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Más tarde dirá: Yo soy el camino, la verdad la vida. Así que su vida es la luz para el camino y para vivir el camino. Nuestro modelo Jesús. Ser Cristo. En palabras de San Pablo: Revestirse de Cristo. Es decir, tener un carácter digno de Cristo; dejarse traspasar pos sus sentimientos; abandonarse a su poder formativo; copiarle en todo; dejarse moldear por Él.

Con tanta luz, llegamos al apostolado de amistad. E hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose.”El hombre tiene que esforzarse para llegar a ser un don para los demás” (Cruzando el umbral de la esperanza. Página 200).

“A la llamada a la santidad sólo se responde si se escucha y se sigue la llamada al apostolado, que es inseparable de ella. La santidad en Camino se entiende en clave de misión, de acción apostólica: es la misión la que “tira” de la santidad. El afán de santidad, la vida auténtica de oración es insoslayablemente afán apostólico” (Pedro Rodríguez: Edición crítico-histórica de Camino).

Resolver: ¿Tienes un plan apostólico para cada uno de tus amigos? ¿Les animas a que vivan como hijos de Dios –que tengan piedad- ¿Les explicas cuál puede ser un breve plan de vida de piedad? ¿Te preocupas de su formación cristiana y de su asistencia a medios de formación? ¿Son animosas tus conversaciones con ellos? ¿Te interesas por todas sus cosas?

Final: Te doy gracias Dios mío ...

Día 6º. Las mortificaciones. La cruz. (viernes).

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

Todo hombre que busque la salvación, no sólo el cristiano, debe detenerse ante la Cruz de Cristo (Cruzando el umbral de la Esperanza). Lista de mortificaciones pequeñas.

Dios ha abrazado a todos con la Cruz y la resurrección de su Hijo. Los santos, todos, comenzando por San Pablo, han sido amantes de la Cruz de Cristo. No hay santidad cristiana sin devoción a la Pasión (Idem).

La Santa Misa de un hijo de Dios, debe llevar a vivirla como hijo y el hijo se acerca y se sitúa en la cruz. La cruz en la Misa es entregarse, ofrecerse, concrucificarse.

En la Santa Misa nuestros sentimientos con los de Cristo; nuestro corazón con el de Cristo; nuestras intenciones con las de Cristo; nuestra voluntad entregada a Dios Padre. En ella hay que resolverse pues, a vivir la obediencia, la humildad, la filiación divina, la entrega, la alegría.

Hay que convertir la Santa Misa en centro de la Amistad con el Señor, de la vida divina y de la expiación. Ahí entregamos todo para que él lo crucifique en su misma Cruz. Si todo se une a Cristo en su Cruz, “eso” tiene que resolverse bien. Fe. Esperanza. Confianza. Seguridad en lo que se pone en ella.

En la Santa Misa almas, almas, almas

“Si quieres que te vaya bien en la oración y en tu vida de cristiano, decídete a tomar camino de cruz” (Santa Teresa). Que la Cruz de Cristo renueve los pensamientos, el corazón y el alma para que me una a su vida Redentora.

Con la mortificación en cosas pequeñas de cada día, me uno a la Cruz de Cristo.

Resolver: ¿Cómo vivo y participo en la Santa Misa? ¿Me ofrezco y entrego en ella? ¿Medito la Pasión del Señor un día a la semana? ¿Saco consecuencias y propósitos concretos? ¿Tengo una lista de 7 u 8 mortificaciones en cosas pequeñas para ofrecerlas al Señor como arrepentimiento y desagravio?

Final: Te doy gracias Dios mío ...

Día 7º La Madre del Salvador (sábado) Del libro de Garrrigou-Lagrange.

Presencia: “Señor mío y Dios mío ...

A. Dios y Cristo hacen pasar por Ella todas las gracias que nos destinan. Estamos totalmente comprendidos en sus oración. Estamos igualmente comprendidos en sus acción.

Somos hijos y los hijos son moldeados por su madre. Tener en el alma a María es seguridad de que el Espíritu Santo actuará en esa alma revistiéndola de Cristo.

Hay que poner en el corazón los sentimientos de María en la Encarnación, Nacimiento del Salvador, Presentación, en la Cruz, en Pentecostés.

Ella es quien puede dar luz y fortaleza para llevar a Jesús a otros corazones. Es Reina de los Apóstoles.

tras cada encuentro con María, los Doce salían iluminados, consolados, mejorados, y fortalecidos, especialmente después de la Ascensión.

Hay que fundirse con María, unirse a Ella, vivir en Ella.

Ser de María consiste en imitar y reproducir la vida de Jesús en Nazaret. Para lograrlo hay que ser muy pequeño, porque los pequeños necesitan mucho de la Madre.

El Espíritu la ha preparado y el Padre encuentra la morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. La más humilde de todas las criaturas, es también la más capaz de acoger el don inefable del omnipotente (catecismo nº 721 y 722).

Resolver: ¿Cómo es mi devoción a la Santísima Virgen? ¿Tengo un conjunto de oraciones para tratar diariamente a Santa María: Oh Señor mía!; Acordaos; Ángelus; Jaculatorias...? ¿Me esmero en el rezo y meditación diaria del Santo Rosario? ¿Lo ofrezco por intenciones fuertes? ¿Cuido el trato con la Virgen más especialmente los sábados? ¿Le rezo o canto la Salve en ese día? ¿Rezo tres avemarías todos los días antes de acostarme pidiendo por la santa pureza? ¿Procuro y preparo una visita anual a algún santuario mariano para mostrarle mi cariño y peticiones de hijo?

Final: Te doy gracias Dios mío ...

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