jueves, 1 de mayo de 2008

EL MATRIMONIO ENTRE CRISTIANOS


Dios ha querido el matrimonio. Él es su fundador. A todo matrimonio le entrega una doble misión: al amor mutuo en el estado conyugal y la generación del ser humano, que es la asociación de los esposos a la obra creadora de Dios. El Creador concede a los esposos, las gracias de estado para cumplir esta doble misión.

1. La vocación al matrimonio en el Génesis.

El texto dice lo siguiente:
“Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen suya lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra...” “El hombre dejará a su padre y a su madre y se irá con su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne”.

Si analizamos el texto, vemos lo siguiente:
Dios establece la atracción mutua.
Dios dispone esa atracción para que se unan para una obra común: la generación. No entra en este plan: la unión usando barreras que bloquean y cierran absolutamente la generación (bien sea por medios mecánicos o químicos).
Si Dios hace al hombre a imagen suya, la acción mediante la cual el hombre y la mujer se expresan amor y puede seguirse la generación, es una acción sagrada, querida por Dios, cooperadora con la obra Creadora.
Aquello que “es una sola carne”, no lo es sólo para el acto sexual, sino para toda la vida: indisolubilidad del vínculo.
Les bendijo previamente, es decir, LOS CASÓ. La unión sexual será por lo tanto después.
La unión sexual debe estar abierta a las dos características establecidas por Dios: expresión del amor y posibilidad procreadora.

Los esposos son fieles al plan de Dios mediante:
- El amor conyugal.
- El cumplimiento de los deberes del propio estado.
- La amistad con Jesucristo.

2. El amor conyugal.
Se consigue con el olvido de sí mismo. Olvidarse de los propios intereses y satisfacciones, que por otra parte, le pueden hacer un perfecto infeliz y desgraciado, para darse al otro. Esto supone que una vez celebrado el matrimonio, el más importante oficio del hombre es la atención a su esposa, y el más importante oficio de la esposa, la atención al marido.

3. El cumplimiento de los deberes del propio estado.
Junto con el amor mutuo, es un deber la castidad conyugal. Existe una castidad para casados. La castidad pide un recto uso de las relaciones conyugales. Claramente lo expresa la Carta a los Hebreos: “El matrimonio sea tenido por todos en honor; la unión conyugal sea sin mancha”(Heb. 13, 4). Castidad es crear las condiciones psicológicas, morales y espirituales para vivir la norma moral. Castidad es limpieza; así lo expresó Jesucristo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios”.
El que ama bien, saber vivir la castidad conyugal. Cuando hay problemas con la castidad es porque no se ama bien al otro/a.

Veamos ahora cuál es la doctrina de la Iglesia sobre los actos matrimoniales:
“Todo acto debe quedar abierto a la transmisión de la vida”.
Esto quiere decir un rotundo NO a los anticonceptivos y a la manipulación del acto conyugal.
La Iglesia considera moralmente lícita la unión sexual en los periodos infecundos porque respetan el fin unitivo del acto y el procreador. Respetando los ritmos naturales hay respeto a la persona, responsabilidad común, dominio de sí mismo.

La oposición, que a veces encontramos, al uso recto de la sexualidad en personas o matrimonios puede deberse a causas variadas, pero sobre todo a una fundamental: EL OLVIDO DE DIOS. Si no consideramos a Dios como Nuestro Padre, no se entiende el sacrificio, ni lo sagrado que Él ha puesto en cada matrimonio, ni el valor de una nueva criatura que es también hijo suyo.

Por otra parte, una cosa son nuestros planes y otra, los planes de Dios: hay veces que se quieren los hijos y no llegan. La Iglesia no pide, nunca lo ha pedido, que se engendren todos los hijos posibles, porque el matrimonio no es una función de reproducción humana, sino la manera de multiplicar los hijos de Dios en el mundo, y esto supone EDUCARLES.

La castidad es posible si:
Hay fe. Confianza en Dios.
Hay fortaleza.
Se frecuentan los sacramentos: confesión y eucaristía.
Se acude a Dios mediante la oración diaria.
Hay buena información sobre el ritmo de la fertilidad.
Se lucha por dominar los instintos, se educan los sentidos y se guarda un cierto grado de delicadeza y modestia.

4. La “amistad” con Jesucristo.
San Pablo decía que con Dios todo se puede. Sin Dios llega el caos.
La amistad con el Señor proporciona valores religiosos y morales que reconfortan, ayudan, mantienen la fidelidad, serenan, pacifican, ennoblecen. Es decir, nos dan riqueza interior, y esa riqueza es el mayor regalo que el esposo pude hacer a su esposa y ésta a él.

El trato personal con Jesucristo es gran fuente de felicidad y de equilibrio. Y este trato lo conseguimos:
- Cuando leemos diariamente el evangelio: 5 minutos.
- Cuando como Tobias y Sara los esposos rezan algo en común (Ver en la Biblia el libro de Tobias, en concreto su matrimonio).
- Asistiendo juntos, siempre que sea posible, a la Misa dominical y festiva.
- Con la lectura de libros que ayuden y orienten en la vida matrimonial y religiosa de los cónyuges.
- Con la frecuencia de los sacramentos. Confesión y Eucaristía.
- Dándole importancia a la gracia de estado que se tiene. Confiar y apoyarse en ella.
- Acudiendo diariamente a Santa María con alguna breve oración.

LOS MODELOS CONYUGALES. (Seguimos a E. Rojas: “El amor inteligente”).

La gran tendencia del hombre es buscar la felicidad. Ya se pronunciaba sobre este asunto Aristóteles: “Es sumamente desdichado el que aunque tenga muchos bienes es incapaz de automejorarse a sí mismo y hacer feliz a los demás”.


Concebir un proyecto de vida, reflexionar sobre él, y vivirlo, es una poderosa ayuda para ese encuentro diario con la felicidad, aunque la felicidad perdurable es la que nos espera siempre al final hasta el punto de que el propio S. Juan de la Cruz decía “que al final seremos examinados sobre el amor”.


El hombre tiene que tener un proyecto de vida. Sin proyecto el futuro es más incierto.

El proyecto de vida nos debe acercar a ser GRANDES en el sentido en que lo empleaba Quevedo.


El proyecto de vida para el matrimonio es una garantía de felicidad y fidelidad.

Veamos unos modelos de posibles matrimonios.


1. MODELO FÍSICO-MATERIAL.

El centro de la vida afectiva es lo sexual y práctico. Sus dos valores fundamentales son el sexo y el dinero.

No se respetan las leyes de la naturaleza. Utilizan la contracepción. Ignoran el objeto del acto sexual en sí.

A largo plazo producen un gran vacío especialmente agravado por las dificultades que la convivencia diaria presenta. Centrar la vida en lo material y el placer, es plantar la existencia sobre lo fugaz, lo que jamás llenará. Ya decía Platón: esperar la felicidad por el placer es como intentar llenar un tonel agujereado. Son personas a los que interesa únicamente lo pragmático: consideran que “lo bueno” es lo útil y provechosos, naturalmente para ellos. Piensan que el consenso social sobre lo útil y provechoso, ya convierte ese asunto en un valor positivo.

Dinero y sexo son elementos importantes en la vida conyugal, pero no deben ser los ejes nucleares de ella.

La relación entre hombre y mujer nos da aquí un “amor enfermizo”, pendiente de lo más superficial que hay en la sexualidad humana, creando una obsesión más que una necesidad. Los medios de comunicación han logrado crear esa obsesión artificial en el hombre.

2. EL MODELO LIGHT.

Es el de las parejas que tienen un alto componente de hedonismo, consumismo y permisividad. Asientan sus vidas sobre lo liviano, superficial y sin solidez. Es decir, sobre aspectos inmaduros. El casamiento y la ruptura carece de gran importancia entre ellos. Nada es grave. Lo único importante es consumir, disfrutar, pasarlos bien y sortear los sufrimientos. Su ideal sobre el consumo se cifra en la continua sustitución de unos objetos por otros mejores.

En las parejas light no hay convicciones firmes. Sus puntos de atracción son el dinero, el poder, el éxito, el triunfo, el sexo.

Igualmente no respetan las leyes de la naturaleza. Utilizan la contracepción e ignoran el objeto del acto sexual en sí.

El hombre y la mujer light picotea aquí y allí para sacar lo que más interesa y gusta: siempre el interés. Está más en lo superficial que en lo profundo. Es el turista que apetece más la fotografía que puede hacerse o el video que puede sacar, que el paisaje que puede contemplar. Aquel aldeano de Chamonix que al contemplar por primera vez el Mont Blanc, decía: “¿Bah.... ya lo he visto en la TV!”. Son consumistas, consumistas también en el amor.

En este modelo y en el anterior, el hombre/la mujer dan su espalda a Dios, y cuando eso se plantea así, ese hombre se desgarra a sí mismo, porque va contra su propia naturaleza, su propio fin.

3. MODELO CON DOS PROFESIONALES FUERA DE CASA.

Es un modelo que funciona bien si se establece una ayuda entre los dos y no hay una sobrecarga de tareas en uno sólo. Para que todo vaya bien es necesario: distribución de tareas, gran capacidad de diálogo y tiempo libre para los cónyuges.

El planteamiento de las cosas a priori es fundamental para evitar equívocos y que puedan surgir malos hábitos.

Hay que cuidar también que la vida profesional no inunde “lo familiar”. En este caso, lo profesional descentra al miembro que sufre de esta profesionalitis.

4. MODELO INTEGRADO.

En este modelo marido y mujer buscan principalmente la cohesión interior. La vida afectiva se asienta sobre factores físicos, psicológicos, espirituales y socioculturales que están interrelacionados. La equilibrada combinación de esos factores facilita la consolidación del amor firme, duradero y abierto que brinda a los hijos y a otros miembros familiares y amigos, un paradigma estable y de equilibrio en el que el desarrollo afectivo de los hijos, y el desarrollarse para sean personas, será afortunadamente posible.
En este modelo se respetan las leyes de la naturaleza. Se procura la procreación y se tiene en cuenta la dimensión personal del amor y el objeto moral de los actos sexuales. Dice Gustave Thibon que la sexualidad normal gravita en torno a dos polos: el apetito carnal y el amor espiritual.

Julián Marías considera que su verdadera vida comienza con su matrimonio (Memorias) :

“Tuve la impresión clarísima de que todo lo anterior, los veintisiete años que llevaba vividos, ... no habían sido más que el preludio de mi vida, la que ahora empezaba. Se trataba de un cambio radical; ya no iba a estar –ni a ser- solo. No iba a ver a Lolita con frecuencia, a pasar largos ratos con ella, a compartir muchas cosas. Hasta entonces habían sido dos vidas, muy próximas, sí, pero dos; ahora iba a ser una, la nuestra, día y noche, todos los días, con participación de todas las dimensiones de nuestra realidad.

“Nuestra intimidad corporal seguía –al contrario de lo que es frecuente- a una intimidad personal que muchos matrimonios no alcanzan nunca, y por eso tenía una intensidad y una significación insólitas. En ella se ponía la vida entera, las dos eran íntegramente convergentes.”.

La elección del matrimonio conlleva una gran riqueza y dignidad fruto de quiénes lo eligen y la misión que reciben. Casarse es recibir llamada a una doble misión: el amor mutuo y la generación de seres humanos, que es la asociación de los esposos a la obra creadora de Dios. Es una misión sagrada, y todo lo sagrado se apoya en el sacrificio, gustoso sacrificio por un gran amor personal.

El matrimonio entre cristianos debe fundarse en este modelo integrado. Para ello los esposos o los futuros esposos, tendrán que descubrir :

1. Que su matrimonio es una vocación, una llamada de Dios a una misión.
2. El sentido real del amor conyugal que tan claramente lo expresa Julián Marías en las palabras anteriores.
3. La integración de los deberes de estado en esta nueva situación. Los esposos o futuros esposos deben dialogar sobre este importante asunto.
4. Qué sentido va a tener la “amistad con Jesucristo” en su nueva convivencia.


Por último, insistir en que el amor y especialmente el amor conyugal, o es un AMOR QUE NOS LLEVA A UNA INTIMIDAD PERSONAL CREADA POR UNA PARTICIPACIÓN EN TODO LO QUE AFECTE A LA VIDA DE LOS DOS o aquello más tarde o más temprano deja de ser amor para convertirse en pasión y egoísmo.

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