viernes, 2 de mayo de 2008

MATRIMONIO Y FAMILIA.


1. Dios y las alianzas.
Frecuentemente aparecen en la Biblia, las diversas alianzas que Dios fue realizando con su pueblo. Las alianzas de Dios con Abraham, Isaac, Moisés, etc. mostraban el amor de Dios al hombre. Muchas veces, el pueblo rompía la alianza, Dios sin embargo, se mantenía fiel.

Todas aquellas alianzas eran preludio y prototipo de la alianza conyugal.

En todas las alianzas de Dios con los hombres, les ha transmitido su amor, pero en la alianza conyugal el amor es tan poderoso que comunica la vida.

2. Dios ha querido el matrimonio.
Él es su fundador. A todo matrimonio le entrega una doble misión: al amor mutuo en el estado conyugal y la generación del ser humano, que es la asociación de los esposos a la obra creadora de Dios. El Creador concede a los esposos, las gracias de estado para cumplir esta doble misión.

3. Matrimonio y santidad.
“Todos, incluidos los cónyuges, están llamados a la santidad, vocación que puede exigir también el heroísmo” (Juan Pablo II el 17-9-83).
Comentario:
- Vida ascética y gracia de Dios.
- Crear un ambiente favorable a la castidad.
- Vivir con el heroísmo de la fe, tener confianza en Dios, porque unos pueden ser los planes de Dios y otros los nuestros.
- Tener un plan de vida de piedad con el que buscamos la intimidad con Jesucristo.
- Vivir con esperanza: los dos santos más grandes del cielo son un matrimonio: Santa María y San José.

4. El amor conyugal.
El amor es expansivo, difusivo y comunicativo. Esas características incrementan la calidad del amor entre los enamorados y entre ellos y su entorno. El amor difusivo a menudo exige sacrificios. Contemplar el sacrificio de nuestros padres.

Se consigue con el olvido de sí mismo. Olvidarse de los propios intereses y satisfacciones, que por otra parte, nos pueden hacer un perfecto infeliz y desgraciado, para darse al otro. Esto supone que una vez celebrado el matrimonio, el más importante oficio del hombre es la atención a su esposa, y el más importante oficio de la esposa, la atención al marido.

El amor conyugal es el patrimonio más precioso del matrimonio. El modelo de ese amor, es el de Cristo por su Iglesia.

El amor conyugal pide un proyecto familiar y matrimonial atrayente, que enamore e ilusione.
Amor conyugal es también sobrenaturalizar la vida ordinaria del hogar: relaciones, esfuerzo por sacar adelante a la familia, el cuidado y atención a los hijos, las tareas del hogar ...

5. El cumplimiento de los deberes del propio estado.
Junto con el amor mutuo, es un deber la castidad conyugal. Existe una castidad para casados. La castidad pide un recto uso de las relaciones conyugales. Claramente lo expresa la Carta a los Hebreos: “El matrimonio sea tenido por todos en honor; la unión conyugal sea sin mancha”(Heb. 13, 4). Castidad es crear las condiciones psicológicas, morales y espirituales para vivir la norma moral. Castidad es limpieza; así lo expresó Jesucristo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios”.
El que ama bien, saber vivir la castidad conyugal. Cuando hay problemas con la castidad es porque no se ama bien al otro/a.

Veamos ahora cuál es la doctrina de la Iglesia sobre los actos matrimoniales:

“Todo acto debe quedar abierto a la transmisión de la vida”.
Esto quiere decir un rotundo NO a los anticonceptivos mecánicos y químicos y a la manipulación del acto conyugal.

La Iglesia considera moralmente lícita la unión sexual en los periodos infecundos porque respetan el fin unitivo del acto y el procreador. Respetando los ritmos naturales hay respeto a la persona, responsabilidad común, dominio de sí mismo.

La oposición, que a veces encontramos, al uso recto de la sexualidad en personas o matrimonios puede deberse a causas variadas, pero sobre todo a una fundamental: EL OLVIDO DE DIOS. Si no consideramos a Dios como Nuestro Padre, no se entiende el sacrificio, ni lo sagrado que Él ha puesto en cada matrimonio, ni el valor de una nueva criatura que es también hijo suyo.

Por otra parte, una cosa son nuestros planes y otra, los planes de Dios: hay veces que se quieren los hijos y no llegan. La Iglesia no pide, nunca lo ha pedido, que se engendren todos los hijos posibles, porque el matrimonio no es una función de reproducción humana, sino la manera de multiplicar los hijos de Dios en el mundo, y esto supone EDUCARLES.

6. Conservación del amor.
Enamorarse es relativamente fácil, pero mantenerse enamorado depende de un trabajo laborioso, de un esfuerzo para que los sentimientos no se apaguen. ¿Cómo lograrlo? Dándole gran importancia a los detalles pequeños. En la relación conyugal, el descuido de las cosas pequeñas es la ruina del amor.

¿Qué destruye el amor?
El egoísmo, el consumismo materialista y la ola de sensualidad que desde revistas, cierta literatura, programas de TV y el cine, han convertido a algunos hombres y mujeres en unos ansiosos de búsqueda de placer a cualquier precio.

7. La unión amorosa origina la fecundidad.
El ser vivo más simple es la célula. Se reproduce por fisión, división. Crecen, se multiplican y el proceso se repite una y otra vez.

Al planear la raza humana, Dios pudo haber elegido que se propagara de forma parecida. El hombre podría crecer más y más, hasta formar un duplicado y en ese momento dividirse. Pero Dios no lo quiso así e hizo a los seres humanos varones y hembras y les dio el poder de producir nuevas vida en unión con Ël.

Unión que es sacramento. No lo es el trabajo o la amistad. La grandeza de esa unión está confirmada por el propio Jesucristo que eleva el matrimonio a sacramento. La unión conyugal de alta calidad evita el resentimiento y fomenta el agradecimiento.

8. Modelos conyugales.
Modelo físico-material. El centro de la vida es lo sexual y práctico. Sus dos valores fundamentales son el sexo y el dinero. No respetan las leyes de la naturaleza. Produce un gran vacío. Es un amor enfermizo pendiente de lo superficial..

Modelo light. Es el de las parejas que viven con un alto componente de hedonismo, consumismo y permisividad. Asientan sus vidas sobre lo liviano y superficial. El casamiento y la ruptura carece de gran importancia entre ellos. Nada es grave. Lo único importante es consumir, disfrutar, pasarlo bien y sortear los sufrimientos. En las parejas light no hay convicciones firmes. Sus puntos de atracción son el dinero, el poder, el éxito, el triunfo y el sexo. Se da la espalda a Dios.
Modelo con dos profesionales fuera de casa. Es un modelo que funciona bien si el hombre ayuda a la mujer y no la sobrecarga de tareas. Es necesaria la distribución de trabajos, gran capacidad de diálogo y tiempo libre para los cónyuges. También hay que cuidar que la vida profesional no inunde “lo familiar”.

Modelo integrado. En este modelo, marido y mujer buscan la cohesión interior. Viven y participan en todo lo que afecta a la vida de los dos. Se respetan las leyes de la naturaleza, se procura la procreación y se tiene en cuenta la dimensión personal del amor. Están persuadidos de la doble misión de su matrimonio: amor mutuo y generación de seres humanos. Misión sagrada que se apoya en el sacrificio gustoso por un gran amor personal. Le dan un importante sentido a la amistad con Jesucristo.

9. Educación de los hijos.
Por ser el padre principio de generación, es así mismo principio de educación de sus hijos (Sto. Tomás).

¿Cuándo comienza la educación del hijo? En la gestación. Los hábitos de los padres, influyen en el hijo. Los hijos no buscarán normas (se las daremos porque es bueno que las tengan), pero ellos buscarán siempre la encarnación de esas normas en un modelo.

Ir favoreciendo la búsqueda de lo que Juan Pablo II llama lo más profundamente humano:
- La búsqueda de la verdad.
- La insaciable necesidad del bien.
- El hambre de la libertad.
- La nostalgia de lo bello
- La voz de la conciencia. (Redemptor Hominis, nº 18).

La formación integral de una persona requiere tiempo, dedicación, cariño.

No son por lo tanto los primeros valores nuestra actividad profesional, ni el bienestar material. Los valores que forman son: el ejemplo moral, la justicia, la sobriedad, el respeto, el cultivo de la sinceridad y solidaridad.

El ejemplo de los padres es vital. Ejemplo que para que sea imitable y por lo tanto contagioso, será no irritante, si no hecho de detalles de cariño y abnegación y no de gestos solemnes. Con palabras serenas y adecuadas y no con nervios, es como se educa.

Dos aspectos importantes: educar la conciencia de los hijos y educarles en la fe.

10. La conciencia.
Tienen que conocer el bien moral y la doctrina cristiana.
Formarles en el control de los instintos.
Cultivando la afectividad.
Fortaleciendo la voluntad.
Formando su entendimiento.
Valorando el esfuerzo personal.

11. Educarles en la fe.
Los padres cristianos tienen obligación grave de proporcionar a los hijos el camino de la santidad. Todos podemos ser santos (Vaticano II).

Hay que colocar a los hijos en el cielo, operación que se comienza aquí abajo. Tenemos que responder ante Dios de la educación de los hijos. Nosotros nos ganaremos un gran cielo por ello.
Lo primero que tiene que ocuparnos, no es el porvenir de los hijos o su seguridad, que también es necesario, pero lo primero es la educación en la fe.

Cultivaremos esa educación en la fe:
- Con el estudio del catecismo.
- Historias bíblicas.
- Vida de santos.
- Enseñándoles a rezar y a hacer oración.
- Proporcionándoles un sentido cristiano del trabajo.
- El examen de conciencia.
- La confesión frecuente.
- Santificación del domingo y días de fiesta.

La mayor obra del hombre es educar a otro ser humano.

12. Familia y evangelización.

Somos corresponsables con el Papa y los obispos de la mejora de la Iglesia y de la sociedad.

La familia cristiana no puede estar nunca al margen del mundo, si no en medio de la vida diaria y del tiempo que nos toca vivir.

Ahí se edifica y desde ahí se participa, construyendo un mundo mejor. Somos, tenemos que ser, libro de ejemplo para otras muchas familias.

Porque una familia que transmite valores de categoría, crea una fuerza transformadora en la sociedad.

En fin, todo se resume en palabras de Juan Pablo II en que “el hombre tiene que esforzarse para llegar a ser un don para los demás”.

Y ¿quién nos ayudará? La Familia de Nazaret.. Las gracias de estado, los sacramentos y las convicciones profundas y firmes.

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