Un fin de semana del pasado noviembre se instaló un Mercado Medieval en Tamuyuela, pueblo de uno seis mil habitantes, de la vieja España. Unos días después apareció en el pueblo un caso de gripe aviar, otro de vacas locas, tres casos de meningitis, doce casos de pulmonía, cuatro neumonías, quince de sarampión, una tuberculosis y otro caso de tifus.
Los habitantes de Tamuyuela atribuyeron estas enfermedades a virus y bacterias que involuntariamente dejaron allí los distintos mercaderes del Comercio Medieval. Puede que así fuese, aunque lo más probable es que no tuviese ninguna relación uno y otro fenómeno. Pero inmediatamente se dispusieron con prontitud y eficacia a combatir aquellos males.
En Talaterno, pueblo cercano al anterior, se originó otro tipo de plaga. A los talatarneros, les llegó la fiebre por el consumo, la adquisición de los bienes del mundo y el ansia de placeres, y muchos pensaron que vivirían mejor con un “divorcio exprés”, con el recurso frecuente a la “píldora del día después”, la desaparición de los signos religiosos en los centros públicos, cierto estímulo controlado a la drogadicción y al alcoholismos, fomento del aborto en los casos de embarazos no deseados, amparo a la prostitución regulada, derecho de los jóvenes a que resuelvan el contraste de pareceres por los medios que ellos estimen más convenientes (¿peleas?),...
El alcalde de Talaterno fue el principal impulsor de estas medidas, ya que él pensaba que podía mandar o prohibir lo que estimaba mejor para el pueblo, independientemente de las leyes naturales. Un gobierno local elegido por el pueblo debe determinar todo lo que está bien o mal para la población, sea de la índole que sea, pensaba aquel señor con sus concejales. Ellos eran, en suma, el referente último de la conciencia de sus ciudadanos.
El Secretario del Ayuntamiento le decía que esta política es plenamente laicista y podía originar cierta desorientación entre los habitantes.
- Esto es democracia, le apuntaba el sr. Alcalde.
- Sí, continuaba el Secretario, pero la democracia no nos pide decir que el error no importa, no nos exige ponerlo en el mismo pedestal que la verdad.
Días después, varios talatarneros acudieron a un pleno del Ayuntamiento. Allí hicieron constar públicamente que se estaban dirigiendo sus vidas y las de los demás sin contar con la opinión del pueblo y sin un verdadero clima de tolerancia. La vida del pueblo la formamos todos y todos enriquecemos nuestras costumbres o modos de vivir con las diversas aportaciones y capacidades que tenemos, añadieron. Puesto que todos somos ciudadanos, exigimos que se nos escuche, afirmaron.
- Miren, a un demócrata como yo, respondió el Alcalde, no se le puede decir que no esté entregado por el bien de su pueblo, así que ya pueden marcharse.,
- Ya!, o sea, le respondieron, que anteponiendo a su opinión o decisión, el término demócrata, ya cualquier disparate puede parecer correcto. Pues sepa, que la democracia no es la fuente del bien y del mal. Hay algo más.
Pasadas unas semanas, los habitantes de Tamuyuela habían vencido todas aquellas enfermedades.
Los de Talaterno, aún continúan con la temperatura laicista bastante alta.
¿Será posible impartir un mínimo de educación en Talaterno?
¿Llegarán a conocer los jóvenes de este pueblo loas aspectos básicos de una educación moral? ¿Será posible la democracia sin esa educación moral de los ciudadanos?
Los habitantes de Tamuyuela atribuyeron estas enfermedades a virus y bacterias que involuntariamente dejaron allí los distintos mercaderes del Comercio Medieval. Puede que así fuese, aunque lo más probable es que no tuviese ninguna relación uno y otro fenómeno. Pero inmediatamente se dispusieron con prontitud y eficacia a combatir aquellos males.
En Talaterno, pueblo cercano al anterior, se originó otro tipo de plaga. A los talatarneros, les llegó la fiebre por el consumo, la adquisición de los bienes del mundo y el ansia de placeres, y muchos pensaron que vivirían mejor con un “divorcio exprés”, con el recurso frecuente a la “píldora del día después”, la desaparición de los signos religiosos en los centros públicos, cierto estímulo controlado a la drogadicción y al alcoholismos, fomento del aborto en los casos de embarazos no deseados, amparo a la prostitución regulada, derecho de los jóvenes a que resuelvan el contraste de pareceres por los medios que ellos estimen más convenientes (¿peleas?),...
El alcalde de Talaterno fue el principal impulsor de estas medidas, ya que él pensaba que podía mandar o prohibir lo que estimaba mejor para el pueblo, independientemente de las leyes naturales. Un gobierno local elegido por el pueblo debe determinar todo lo que está bien o mal para la población, sea de la índole que sea, pensaba aquel señor con sus concejales. Ellos eran, en suma, el referente último de la conciencia de sus ciudadanos.
El Secretario del Ayuntamiento le decía que esta política es plenamente laicista y podía originar cierta desorientación entre los habitantes.
- Esto es democracia, le apuntaba el sr. Alcalde.
- Sí, continuaba el Secretario, pero la democracia no nos pide decir que el error no importa, no nos exige ponerlo en el mismo pedestal que la verdad.
Días después, varios talatarneros acudieron a un pleno del Ayuntamiento. Allí hicieron constar públicamente que se estaban dirigiendo sus vidas y las de los demás sin contar con la opinión del pueblo y sin un verdadero clima de tolerancia. La vida del pueblo la formamos todos y todos enriquecemos nuestras costumbres o modos de vivir con las diversas aportaciones y capacidades que tenemos, añadieron. Puesto que todos somos ciudadanos, exigimos que se nos escuche, afirmaron.
- Miren, a un demócrata como yo, respondió el Alcalde, no se le puede decir que no esté entregado por el bien de su pueblo, así que ya pueden marcharse.,
- Ya!, o sea, le respondieron, que anteponiendo a su opinión o decisión, el término demócrata, ya cualquier disparate puede parecer correcto. Pues sepa, que la democracia no es la fuente del bien y del mal. Hay algo más.
Pasadas unas semanas, los habitantes de Tamuyuela habían vencido todas aquellas enfermedades.
Los de Talaterno, aún continúan con la temperatura laicista bastante alta.
¿Será posible impartir un mínimo de educación en Talaterno?
¿Llegarán a conocer los jóvenes de este pueblo loas aspectos básicos de una educación moral? ¿Será posible la democracia sin esa educación moral de los ciudadanos?
Julio Gallego Codes.
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