1. El Vaticano II dice: “El laico tiene como misión impregnar y perfeccionar todo orden temporal con espíritu evangélico” (A.A. nº 5). Así que el terreno propio del laico son las cuestiones temporales, la vida sencilla o compleja del mundo en el que habita.
Juan Pablo II afirmaba: “Cada laico cristiano es una obra extraordinaria de la gracia de Dios y está llamado a las más altas cimas de la santidad. A veces, los seglares, hombres y mujeres, no parecen apreciar del todo la dignidad y vocación que les es propia como laicos. No, no se puede hablar de un vulgar seglar, porque todos vosotros habéis sido llamados a la conversión por la muerte y resurrección de Jesucristo. Como pueblo santo de Dios, estáis llamados a desempeñar vuestro papel en la evangelización del mundo.
Sí, los laicos son raza elegida, sacerdocio santo, llamados también a ser sal de la tierra y luz del mundo. Su específica vocación y misión consiste en manifestar el Evangelio en sus vidas y por tanto, en introducir el Evangelio, como una levadura, en la realidad del mundo en que viven y trabajan. Las grandes fuerzas que configuran el mundo (política, mass-media, ciencia, tecnología, cultura, educación, industria) constituyen precisamente las áreas en las que los seglares son especialmente competentes para ejercer su misión. Si estas fuerzas están conducidas por personas que son verdaderos discípulos de Cristo, y, al mismo tiempo, plenamente competentes en el conocimiento y la ciencia seculares, entonces el mundo será ciertamente transformado desde dentro mediante el poder redentor de Cristo. Los laicos son llamados hoy a realizar un encargo decididamente cristiano: permear la sociedad con la levadura del Evangelio” (Juan Pablo II, discurso el 1-X-79 en Limerick, Irlanda).
Una de esas misiones concretas es la creación de una verdadera civilización del trabajo. ¿Cuándo se crea y favorece la civilización del trabajo?
- Cuando se realiza el trabajo con perfección humana y con competencia.
- Cuando se trabaja como colaborador de Dios en la obra creadora. Ofrecido a Dios.
- Cuando se realiza con espíritu de servicio a los demás.
- Cuando ese trabajo no rompe con Dios.
- Cuando no se busca con él, como fin primario, efectos puramente materiales.
- Cuando se ponen en práctica valores esenciales: el destino universal de los bienes; la solidaridad; la promoción del bien común.
- Cuando se aprecia el mayor valor que el trabajo tiene, que es el ser realizado por una persona.
- Cuando no dificulta la vida familiar y las relaciones de amistad.
jueves, 1 de mayo de 2008
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